Yo y mis obsesiones

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miércoles, 9 de febrero de 2011

Ian McEwan: los estragos del terror

Por: Diana Amador

Considerado como un destacado miembro de la generación de Young British Writers, Ian McEwan es también apodado por algunos “Ian Macabro” debido a la naturaleza de su obra, marcada por un singular ahondamiento en las más sórdidas manifestaciones de la psique humana.Nacido en 1948 comparte con autores como Kazuo Ishiguro, Martin Amis y Julian Barnes la experiencia de la guerra fría y la trágica herencia de la Segunda Guerra Mundial: una Europa derruida, la polarización de las ideologías y una humanidad absorta tras la confrontación con su propia crueldad, aún pasmada ante los crímenes nazis y su significado. Aunado a este contexto, su entorno familiar estuvo también íntimamente ligado al belicismo. Hijo de un sargento mayor y procurador militar escocés, se vio obligado a mudarse constantemente a lugares tan disímiles como Singapur y Trípoli. Es quizá por esto que gran parte de su obra se encuentra enmarcada por la guerra.En Los perros negros dos militantes del Partido Comunista, June y Bernard, se conocen en un ambiente hostil en medio de un conflicto bélico, a pesar del cual comparten ideales y esperanzas de que el mundo puede ser mejor. Contraen matrimonio y viajan a Francia durante su luna de miel. Ahí, June tiene una experiencia que le revela la existencia de la auténtica maldad encarnada en dos perros negros, y la evidencia de una fuerza superior capaz de disipar todo residuo de perversidad.June deja el Partido para sumergirse en el mundo metafísico que, a su parecer, es la única salvación de la humanidad. Bernard, un hombre caracterizado por su consistente racionalidad, niega esta posibilidad y sigue el camino de la militancia y la ideología política izquierdista.Después de cinco años juntos y de formar una familia , la pareja decide separarse aunque nunca se divorcian ni se involucran con otras personas. La historia de este matrimonio es relatada 40 años después por Jeremy, el esposo de su primera hija Jenny.El narrador, que es también personaje, fascinado siempre por los padres ajenos después de que quedara huérfano, comienza a escribir las memorias de Jane para lo cual establece una estrecha relación con la pareja. Los encuentros que Jeremy sostiene con ambos, son la representación de un péndulo que oscila entre lo místico y lo puramente físico, entre lo intuitivo y lo racional, entre los dos polos que componen la naturaleza humana. La obra en su totalidad encierra los constantes enfrentamientos del amor contra la lucha por la subsistencia, de una energía suprahumana contra la tragedia cotidiana, el sacrificio de lo individual por el bien común. Ian McEwan fue testigo de los grandes debates en los años sesenta y setenta que giraban entorno a la dicotomía socialismo- capitalismo, y en esta obra hace un profundo análisis narrativo de las complejas relaciones ideológicas de la generación de posguerra, así como de la imposibilidad de conciliar las posturas antagónicas en una sociedad europea dividida. Aunque el eje central de la novela es la historia del matrimonio, Jeremy es el personaje que encabeza el recorrido por los polos ideológicos que Jane y Bernard representan, y es finalmente quien se encuentra ante la disyuntiva, y no sabe si los problemas del mundo se derivan de personas como ellos con creencias arraigas hasta la intolerancia o de personas como él, que simplemente no creen en nada. June y Bernard nunca dejaron de amarse, sus caracteres diametralmente distintos los complementaban, pero no compartían una cosmovisión, una interpretación de la vida, la forma en que percibían su entorno les impidió vivir juntos, aunque nunca terminó su idilio. El error de los personajes radica quizá en que, cegados por sus fundamentalismos, no se percataron de que compartían algo mucho más grande que sus ideas. Si bien por senderos distintos, ambos trataban de encontrar la forma de salvar a la humanidad de sí misma aunque June creyera que el universo era indiferente al destino del proletariado, y Bernard asegurara que es difícil indagar en los resquicios de la existencia mientras se sufre de hambre y pobreza.Finalmente ambos hicieron de sus principios dogmas de fe, June creía en una fuerza que superaba su entendimiento, mientras Bernard estaba convencido de que las ideas eran buenas, pero las encabezaban personajes inadecuados. Mientras ella era dueña de un pensamiento mágico y alentador, él también se engañaba a sí mismo creyendo que el socialismo era difamado. Uno y otro se alejaron de las utopías y emprendieron la búsqueda de un sentido, de un propósito, ya sea a través de la meditación o del método científico.Bien dijo Jeremy: No corresponde a la ciencia probar o refutar la existencia de Dios, y no corresponde al espíritu medir el mundo. La razón y las emociones van de la mano, pero su campo de acción es independiente.Incluso Bernard debajo de su orgullo llegó a albergar atisbos de duda cuando buscaba a la desaparecida Jane en el rostro de las jóvenes, cuando esperaba que su difunta esposa se comunicara con él, cuando no pudo responder si el sexto dedo de Jenny era la venganza de la naturaleza por dejar morir a una hermosa libélula. Jeremy discurre entre ambas teorías tratando de encontrar la propia y de darle un significado a sus acciones, a su presente y a su pasado. Los fantasmas de una infancia en el abandono nunca se alejan, no sólo toma a sus suegros como figuras paternas, también vive un episodio que interpreta como la recreación de sus solitarios años de niñez, en el que ve la oportunidad de redimirse, de exorcizarse asestando golpes vengativos a extraño que lastimó a su hijo ante la mirada turbada de los comensales. La apuesta final de McEwan es la recuperación de la individualidad, la tolerancia ideológica y la aceptación de la ambivalencia de nuestra naturaleza. Esto puede resumirse en el pasaje en el que Jeremy llega a la casa que durante años habitó Jane y al entrar en medio de la oscuridad, busca el interruptor de electricidad con la sensación de ser observado y se siente dividido entre su razón, que le dicta encender la luz y recuperar la “familiaridad” iluminada, y una premonición intuitiva e irracional a la que finalmente obedece y se salva de ser atacado por un escorpión. Esto ilustra un vínculo entre la razón y la luz, pero también que la salvación y la seguridad provienen de una fuerza anómala e ininteligible.La anécdota que da título a esta obra, el encuentro de Jane con las “bestias míticas”, en ese momento es la revelación de la maldad que aloja el corazón humano representada en estas siniestras figuras, que no sólo fusionan todos los miedos y las dudas ocultas del personaje, sino que también se convierten en el símbolo de los cuestionamientos sobre la racionalidad con que construimos nuestro pensamiento y nuestra realidad. Además, son “los perros de la GESTAPO”,entrenados por mentes ruines para cometer atrocidades, son también un elemento narrativo mediante el cual la novela asume la memoria histórica del autor y la cultura a la que pertenece; son la representación de un pacto, de una promesa de no olvidar ni repetir los crímenes del fascismo. Así como June, la humanidad ve alejarse a los perros en las montañas, pero debemos recordar que regresaran para perseguirnos, en algún lugar de Europa, en otro tiempo.

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