Yo y mis obsesiones

Adicta a la delicia de no saber.




viernes, 1 de abril de 2011

Te odio y te amo


El mundo es de apariencias, pero para Alejandra Quesada no basta. Ella tiene también un mundo de fantasías.


El diseño textil es su lenguaje para contar historias con cada prenda, usando grandes estampados y mezclas irreverentes que sólo ella puede hacer que luzcan bien.


Su colección pasada, llamada Te odio y te amo, se antoja mucho en estos días en que la temperatura alcanza casi los 30, aunque tiene más colores de otoño.


Y aunque no lo ha dicho abiertamente, es clara la influencia de Alicia en el país de las maravillas.




Me atrevería a llamarla "moda de fantasía", porque cada elemento de sus diseños y cada accesorio tiene un sentido dentro del conjunto estético y adquieren un nuevo significado, se convierten en árboles, en pájaros y en estrellas que forman parte de un cuento.


En 2009 Quesada sacó una colección inspiarada en un sueño, Volar dormido, que relata la historia de una niña secuestrada por marcianos que le ponen un par de alas y se la llevan a un jardín encantado.


Y esta larga historia se dividió en La noche, Las estrellas y El jardín encantado. El desfile fue un viaje surrealista.


Quesada sigue siendo una niña, tiene un mundo interno riquísimo y además con el talento para compartirlo.


Aquí pueden ver toda una fotogalería de su reciente desfile en el Mercedes Benz DFashion Fest

El lugar más pequeño del mundo: la poesía en renacer

Por primera vez, fui testigo de un parto. Y no fue ese escenario grotesco lleno de sangre y fluidos corporales, sino un viaje maravillo de la mano de la cineasta Tatiana Huezo.

Era la primera vez que presentaba su documental El lugar más pequeño del mundo ante el público y se le notaba nerviosa, con esa sonrisa escurridiza y los ojos que parpadean como si la vida se les fuera en ello.




El recorrido por un pueblo salvadoreño, empieza con un viaje interior, a su propio pasado. Huezo busca los rastros de su familia donde su abuela nació y se encuentra con las huellas de una guerra atroz, y las ruinas de un pueblo que intenta levantarse.


Era 1979 cuando en El Salvador un grupo de guerrilleros despertó la furia de un gobierno dictatorial. Por más de 12 años el pueblo y el poder sostuvieron cruentos enfrentamientos que dejaron más de 180 mil muertos y otros tantos desaparecidos.


Pueblos enteros se quedaron sin habitantes, arrasados por los militares que incluso los borraron de los mapas.


Tres décadas después, la gente de uno de estos pueblos, Cinquera, entre las pesadillas y las heridas que les dejó la batalla, sigue unida en nombre de su memoria, para defenderse de las nuevas amenazas, ya no del Estado sino de las pandillas y el crimen organizado.


“El tema de fondo en esta historia es la pérdida. Es una película sobre personas que han aprendido a vivir con su dolor. Creo que habla de la capacidad que tiene el ser humano de levantarse, de reconstruirse, de reinventarse después de haber vivido algo terrible”, dijo la autora en entrevista con el semanario Proceso.


La historia es estrujante y poética por sí misma, pero la fotografía es elemental para alcanzar esas atmósferas envolventes. El sonido y la imagen mantienen un discurso independiente, que al unirse forman un tercero con mucha más intensidad.


La cámara vuela por la selva como un fantasma que puede verlo todo sin ser visto. Sin que su presencia altere su entorno, el mundo se descubre ante ella con su infinita belleza.


Ernesto Prado, el fotógrafo, logra captar la inmensidad de los árboles, la frescura de cada gota y la luz de ese millón de colores que forman no sólo un paisaje, sino la tumba de quienes fueron asesinados y perseguidos en el monte.


La selva está tan viva, como muerto su pasado, y las imágenes logran reflejar la contradicción para contar una historia de derrota y fortaleza, de un pueblo que sin su doloroso pasado no tendría un digno presente.


Huezo admite que hizo la película desde la ignorancia, pues nunca se ha visto inmersa en una guerra ni ha hecho de la violencia el escenario cotidiano.


En México aún estamos lejos de una guerra civil pero los muertos, nuestros muertos, van quedando atrás, sin rostros ni rastros. Y después…La reconstrucción es imposible sin la memoria.


Al final, El lugar más pequeño del mundo, nos deja ese sabor dulce de la esperanza, de que sí puede haber un mañana si sabemos qué pasó ayer.
Para ver el trailer da click AQUÍ